La tortura

Publicado en:
El Nuevo Herald

El Presidente Obama ha prohibido la tortura, aplaudo su decreto pero sintiendo desasosiego ya que si un presidente puede prohibirla, otro pudiera reintroducirla.

Las consecuencias de ésa práctica son negativas para quien es torturado por razones evidentes, pero también para el torturador y su sociedad. Quien se convierte en verdugo desarrollará sentimientos de culpa que terminarán enfermándolo a él y a quienes les rodean o, se volverá un sádico que para satisfacer las aberraciones desarrolladas caerá en el crimen o el suicidio.

Nadie puede ganar destrozando vivo a otro ser humano y creo importante que se establezca la lógica capaz de propiciar este tipo de conducta para que el rechazo sea perenne y activo. Lo importante es rechazar esa lógica y sus razonamientos antes que se convierta en hechos, porque aun cuando las conciencias se aclimatan y aparentemente se adormecen, el abuso jamás será moral ni espiritualmente aceptable.

Un acto así denota desprecio por el ser humano, ya por ser sicópata o estar pretendiéndose superiores a los otros, generalmente esa actitud se disfraza tras una división por raza, religión, origen, posición política, clase social, nivel económico, etc. Es la negación del principio de igualdad de todos los seres humanos y la Patria nunca puede justificar acciones en contra de la humanidad, porque la Patria es un concepto mental, pero la humanidad es nuestra realidad inmutable. Seamos hijos de Dios o del azar es preciso entender que solo como humanidad podremos avanzar.

Lo peligroso de ese pensamiento es que justifica que usted que me lee al igual que yo, estemos categorizados para ser torturados o muertos por otros a quienes nosotros, tácita o explícitamente, “consentimos” sean torturados o matados. Es una cuestión de principio o todas las vidas son sagradas, o ninguna lo es y eso es precisamente la diferencia entre civilización y barbarie.

Defendamos el derecho a la dignidad y a la vida para todos sin excepción, o renunciemos a la opereta de civilización que nos empeñamos en mal representar.

Víctor Ml. Caamaño

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