El final de la historia

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Los muertos de la policía es un tema sumamente controversial. Resulta muy difícil emitir un juicio sobre cuando mi propio sentido de estar amenazado me debe hacer reaccionar en defensa propia y compararlo con el de otra persona sujeta a mucho más estrés que yo.

Recuerdo a mi padre decirme, “para que el luto llegue a mi casa, es preferible que llegué a la ajena, pero antes de quitar una vida debes agotar hasta la última alternativa posible para evitar la pérdida, porque ésta es irreparable” y ahí es donde aparecen las reacciones diversas.

Tratando de no emitir juicio me resulta muy atemorizante escuchar que a un ser humano de mi propia especie, sin importar si es culpable o no, se le disparen cientos de balazos cual Godzilla imbatible, por quienes, o sienten un gran odio y un mayor temor, o simple placer deportivo y ninguno sería bueno. Con uno o dos balazos era más que suficiente, si hubiese sido necesario. Algo en ese acto tiene que estar mal y es necesario identificar ese algo para que exista la posibilidad de rectificación, de sanación.

Las masacres que ocurrieron en muchas escuelas son manifestaciones del mismo problema y mucho más graves, siendo la escuela el lugar correcto para corregir ese derrotero equivocado.

Tampoco debemos olvidar que existen los estudiantes abusadores (bully) que es un fenómeno importante que tampoco ha sido enfrentado seriamente y sería interesante que el cuarto poder (prensa) realizara una investigación para establecer si estas clases de conductas, están relacionadas con los antiguos abusadores escolares, antes que desaparezcan las memorias. ¿Han sido los individuos equivocados, oficiales o delincuentes comunes, antiguos bullís?

Lo más grave es que la sociedad está aceptando la violencia y el irrespeto por la vida como cosa natural, la sociedad lentamente está siendo aclimatada hacia nada bueno.

He visto con pavor como ciudadanos, algunos escapados de dictaduras en sus países, apoyen tranquilamente el uso de la tortura como instrumento aceptable sin darse cuenta que están justificando a las dictaduras de las que escapan, para que hagan lo propio.

O la vida es sagrada para todos o no lo es para nadie y nos colocamos en la necesidad de escoger otra vez entre la barbarie y la civilización.

Si escogemos, por la razón que sea mantener la barbarie que hoy vivimos, entonces ya hemos optado por el suicidio colectivo y la tranquilizadora desaparición del más terrible depredador que ha existido en el planeta, tan terrible que trata de aniquilarse a si mismo y ese si sería “el final de la historia”.

Víctor Ml. Caamaño