Publicado el 17 de Oct. en
El Nuevo Herald, titulado
y el 28 de Oct. 2007
en Calle Ocho
Nuestros remotos antepasados se explicaban los sucesos de la vida como la voluntad de los dioses y sus luchas contra los demonios, aceptando la fatalidad de lo que no se podía cambiar, de lo que no dependía de nosotros más allá de realizar ofrendas buscando halagar y hacer propicio el temperamento de los dioses. Con el crecimiento intelectual comenzamos a preguntarnos el porqué de las cosas y empezamos a entender mejor los hechos y descubrimos las causas que los originaban, entendimiento que nos permitió preverlos, defendernos y en muchos casos neutralizarlos o encauzarlos favorablemente, la razón comenzaba el reinado que terminaría remontándonos a la era espacial, siendo la pregunta ¿por qué? la raíz, alimento y esencia del raciocinio.
Hoy, cuando poseemos mucho más conocimientos que nunca sobre la realidad, hemos optado por la sinrazón como sistema y renunciamos a la pregunta básica de ¿por qué?, y con ello al entendimiento de los hechos y su modificación, neutralización o proscripción.
Actualmente vemos asaltos bancarios casi semanalmente, cuando ese delito había sido enterrado junto a Bonnie and Clyde en el siglo pasado y nadie se pregunta ¿por qué?; los asaltos a las diligencias del viejo oeste se reeditan hoy con los transporte de valores y nadie pregunta ¿por qué?; los delitos en todas su variedades y el enfrentamiento armado a la autoridad es cotidiano; las quiebras personales se multiplican hasta forzar a modificar la ley que las regulaba, el delito toma posesión de jefes policiales, fiscales y el mundo oficial; gran parte de la población hace turno para que sus casas sean reposeídas; nuestros niños realizan matanzas y suicidios en los centros educativos y nadie busca las causas de esos terribles hechos y yo me cuestiono: ¿será acaso que no queremos ver la realidad para no modificar nuestros estilos y patrones de conducta? (ver La corrupción y el éxito)
Hemos copiado al avestruz y escondemos nuestra cabeza en la arena de lo fatuo para no ver la realidad que nos arrolla. Nunca estuvimos más de espaldas a la circunstancias que hoy y el avestruz debería ser seleccionado como el símbolo de la moderna humanidad.
Víctor Ml. Caamaño
Hoy, cuando poseemos mucho más conocimientos que nunca sobre la realidad, hemos optado por la sinrazón como sistema y renunciamos a la pregunta básica de ¿por qué?, y con ello al entendimiento de los hechos y su modificación, neutralización o proscripción.
Actualmente vemos asaltos bancarios casi semanalmente, cuando ese delito había sido enterrado junto a Bonnie and Clyde en el siglo pasado y nadie se pregunta ¿por qué?; los asaltos a las diligencias del viejo oeste se reeditan hoy con los transporte de valores y nadie pregunta ¿por qué?; los delitos en todas su variedades y el enfrentamiento armado a la autoridad es cotidiano; las quiebras personales se multiplican hasta forzar a modificar la ley que las regulaba, el delito toma posesión de jefes policiales, fiscales y el mundo oficial; gran parte de la población hace turno para que sus casas sean reposeídas; nuestros niños realizan matanzas y suicidios en los centros educativos y nadie busca las causas de esos terribles hechos y yo me cuestiono: ¿será acaso que no queremos ver la realidad para no modificar nuestros estilos y patrones de conducta? (ver La corrupción y el éxito)
Hemos copiado al avestruz y escondemos nuestra cabeza en la arena de lo fatuo para no ver la realidad que nos arrolla. Nunca estuvimos más de espaldas a la circunstancias que hoy y el avestruz debería ser seleccionado como el símbolo de la moderna humanidad.
Víctor Ml. Caamaño
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